un día cualquiera


Hoy como ayer los aromas se confunden, el café de la mañana con la variedad de perfumes de mis compañeras.  Es la señal que el día laboral inicia, los comentarios del clima que viene (es diciembre y aún nos asombra que el frío cale), la gente va y viene; y yo observando, dándome cuenta de lo frágil que es la felicidad, apenas hace unos minutos venía cantando en mi auto convencida en dar lo mejor de mi misma, nada turbará mi paz me repito día a día y zas en un instante, un gesto, una mirada que me hace estremecer, un comentario dan al traste con mi sonrisa.

Trato de entender que cada uno viene con su costal a cuestas, y a mi sólo me toca cargar el mío.  Me vuelvo entonces egoísta, me vuelco en mi felicidad y que la vida siga, sonrío.  Y al verme sonreír no falta quien me diga: oiga a usted nunca la he visto enojada,  o cuando se enoja grita, y la que más me ha llamado la atención hoy qué tengo que hacer para que usted se enoje.  Caramba, entonces pienso ¿quiénes buscamos fluir estamos mal?  ¿qué pasa ahora que tenemos que tomar cursos de psicología de la felicidad, para poder vivir bien?

Llega la tarde, el cansancio diario, el hastío y la falta de voluntad de tantos.... y mis preguntas siguen
qué están haciendo aquí, qué piensan que es la vida.

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